Entraron en el restaurante sin mediar palabra solo un sutil
gesto con la mano para indicarme la mesa en la que querían cenar. Qué directos
pensé. Acto seguido cogí los menús y los guíe al porche donde los enormes
ventanales son el mirador perfecto para contemplar la vida de ese pueblo
anclado en los 70 que es Noblesville.
El matrimonio se sentó y les pregunté por las bebidas a lo
que me respondieron gesticulando de nuevo pero esta vez la timidez se esfumó y
se convirtió en una realidad aún más fuerte que les condiciona y les hace
especiales. Eran sordomudos. Para pedir la comida se limitaban con señalarme
con el dedo, un método muy simple pero eficaz. Cuando terminaron de comer ella
se quedó mirando las fotos que tiene Eddie, el dueño del restaurante,de sus
misiones en Nicaragua. Cogí un papel y empecé a escribirle el por qué de cada
una de las fotos y como ví que no le violentaba charlar le enseñé el álbum de
fotos de la Segunda Guerra Mundial que tiene Eddie de cuando era marine. Una
pregunta, una respuesta, un dibujo y así hasta 3 hojas enteras…Tras media hora de escribir en
múltiples papeles leí en uno de ellos “mucha
suerte en tu viaje, eres muy agradable” y me dio un abrazo fuerte de esos que
no todo el mundo sabe dar porque por mucho que ahora esté de moda ponerse una
camiseta de “regalo abrazos” y lanzarse a la calle a acosar a los viandantes
carentes de cariño pienso que para darlos bien hay que tener esa magia que nace
de esos pequeños momentos como el que viví en el Eddie´s corner caffe.
Quizás muchas veces nos limitamos a señalar con el dedo
quedándonos en la superficie cuando podemos escribir hojas enteras de nuestra propia vida y recibir un cariño inmenso a cambio.
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