domingo, 5 de agosto de 2012

RACISMO EN "DEEP AMERICA"



Eran las 9 de la mañana y apuraba al máximo mi frapuccino de vainilla para hacer tiempo porque me sentía muy sola en una ciudad desconocida y dentro del sturbucks me sentía más segura porque era lo único que me resultaba familiar dentro de esa pequeña gran  ciudad que es Indianápolis. Después de 10 minutos forzados raspando el vaso de cartón me decidí a salir a la calle y la verdad que mi rumbo era bastante confuso porque tenía una borrachera mental que me impedía pensar con claridad y mis ánimos estaban a ras de suelo. 
Nada más cruzar la esquina me encontré con Brandon un chaval de 27 años muy simpático que me enseñó la ciudad de Indiana. Le conté que estaba buscando curro porque si no me echaban del país a los 15 días y le hablé sobre mis planes de incorporarme en la familia McDonalds y me respondió que no entendía porque siendo blanca y europea iba a trabajar en una McDonalds. La verdad que me sorprendió…en Europa jamás nadie había definido como “blanca”. Siguiendo en la conversación Brandon me dijo que Indiana era un Estado racista y que los negros están muy separados de los blancos incluso hay una feria para la “black people” y la mayoría viven en lo que aquí muchos denominan “el gueto” o en la zona oeste. Incluso me comentó que aunque no lleven el capirote aún hay mucha gente afiliada al Ku Klux Klan en Indiana.

Al  terminar la visita turística por la ciudad nos intercambiamos los mails y después de dos semanas nos pusimos en contacto pero nunca le he vuelto a ver. La razón que me dio fue “Podemos hablar el mismo idioma y me encantaría volver a verte pero hay barreras que son muy difíciles de romper”. Su único hándicap ser negro en un Estado donde el prototipo perfecto de ciudadano americano es blanco y religioso.  Yo ahora vivo en lo que para muchos es “el maravilloso norte blanco” y que venga a tomar un café a la cafetería en la que trabajo es un disparate.
Nunca me había percatado de la inexistencia de gente negra a mí alrededor porque a veces damos por hecho por costumbre lo que para la razón es ilógico e inhumano. Cuando la única realidad es que estamos más separados de lo que parece y que somos más iguales de lo que pensamos.

                         




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